Por Manuel Jiménez V
La revolución tecnológica ha cambiado las reglas del juego en el periodismo. Hoy, las herramientas digitales han dejado obsoletos los patrones tradicionales de manejo y flujo de la información, desdibujando incluso los principios básicos que enseñaban las escuelas de comunicación.
Vivimos un tiempo en el que el receptor ha pasado a ser también emisor, y el periodismo se enfrenta a la necesidad de adaptarse a un entorno en el que la noticia compite con el espectáculo, el escándalo y, en el peor de los casos, la manipulación de los hechos.
Este fenómeno no es accidental. Los cambios sociales han impulsado a la audiencia a interesarse, cada vez más, por contenido polémico, incluso al extremo de consumir mensajes tergiversados, que buscan solo impactar y captar la atención, sin considerar las posibles consecuencias.
En ocasiones, se observa cómo los efectos de la difamación, el insulto y la irreverencia se han convertido en el “anzuelo” de medios y personas que buscan mayor visibilidad. El resultado es una opinión pública que, tras años de exposición a estos contenidos, ha ido adoptando una tendencia peligrosa a preferir este tipo de información.
Las redes sociales son ahora la herramienta por excelencia para difundir información de forma masiva. Desde plataformas como Facebook, Twitter o Instagram, tanto influencers como usuarios comunes generan y comparten contenido, y logran un alcance que trasciende fronteras nacionales.
En este contexto, no es raro encontrarnos con las llamadas «fake news» o noticias falsas, que muchas veces se consumen como si fueran verdades absolutas. Este problema se convierte en un verdadero desafío para los medios de comunicación tradicionales, que ahora deben redoblar esfuerzos para mantener la transparencia, la profesionalidad y la objetividad.
Aquí es donde los medios convencionales, como la televisión, la radio y la prensa escrita, tienen un rol crucial: hacer frente a esta avalancha de desinformación y mediatización. Estos medios deben recordar que su principal fortaleza radica en la independencia frente a intereses externos y en el compromiso con la verdad.
Los periodistas de estos medios necesitamos aprovechar la tecnología, pero para reforzar el acceso a información verificada y fiable, en vez de dejarnos arrastrar por la corriente de desinformación que abunda en el mundo digital.
Con esta visión, junto a Nelson Encarnación y Gregory Caumare, dos colegas de amplia experiencia en el periodismo, emprendemos un proyecto con un propósito claro.
Este lunes, 18 de noviembre, iniciamos «En La Mañana», un espacio matutino de comentarios, análisis y entrevistas por Teleimpacto (canales 52 en Claro y 22 en Altice). Nuestro objetivo es ofrecer un contenido fresco, directo, y apegado a la verdad, que rescate el estilo periodístico serio y comprometido.
Queremos abordar temas de relevancia nacional e internacional que interesen no solo a los expertos, sino a toda la familia, con un enfoque independiente y un respeto total a la dignidad de las personas involucradas en nuestras discusiones.
En «En La Mañana», más allá de presentar las noticias, nos esforzaremos en analizar y explicar su origen, su alcance y sus posibles consecuencias. Queremos que la audiencia tenga acceso a información que le permita comprender los temas desde su raíz y, de esta forma, tomar decisiones informadas. Porque, al final, ese es el verdadero objetivo del periodismo: informar con claridad, responsabilidad y respeto, en un mundo que cada vez más necesita discernimiento en medio de la sobrecarga informativa.
En este esfuerzo confiamos en nuestra experiencia de décadas y en nuestro compromiso inquebrantable con la verdad.
Sabemos que los tiempos han cambiado, pero el periodismo debe seguir siendo un espacio donde prime la ética y el respeto al público. Invitamos a todos a acompañarnos en este espacio, en el que nos proponemos estar siempre a la vanguardia, siendo un medio de referencia en el cual los dominicanos puedan confiar.