Guido Gómez Mazara
Desde su fundación en 1973, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) levantó la bandera de la ética como sello distintivo y la figura de Juan Bosch validaba a una organización que se estructuró en la intención de darle continuidad al sueño de Juan Pablo Duarte.
Jóvenes seducidos por la retórica revolucionaria, una clase media sedienta por el adecentamiento del país, profesionales, profesores universitarios y astutos dirigentes desarrollados políticamente en el marco del proceso de desplazamiento del dictador y la guerra de abril/1965, edificaron un partido con innegables potencialidades.
En los primeros 15 años de existencia, el PLD experimentó un significativo nivel de crecimiento, pero es en 1990 cuando las posibilidades de éxito tocaron sus puertas porque la confrontación fratricida en el PRD provocó un desplazamiento inmediato de sectores ciudadanos a votar en su favor y sacar del poder al PRSC. Cercanos a la victoria, pero desafortunadamente robadas las elecciones, el sentido del pragmatismo comenzó a ganar terreno en la organización y con su líder histórico a la deriva, sus figuras esenciales se cobijaron alrededor de una cuota gubernamental administrada por Norge Botello, caracterizada por una noción de pactos y arreglos, que allanarían su ascenso por las escalinatas del Palacio Nacional en agosto de 1996.
Sin experiencia de poder, el afán de conocer los vericuetos de la sociedad desde el ejercicio oficial transformó el discurso y toda la palabrería de redención y justicia debió ceder al interés de orquestar un partido que recibía fuerzas electorales, adictas a la nómina pública y garantía de crecimiento.
Así comenzó la etapa de regresión ética del PLD que, como señal inequívoca, produjo la mágica vocación de parecerse a Joaquín Balaguer y negar las enseñanzas de su maestro y fundador. Y las victorias consecutivas desdibujaron la organización que, al igual que el resto de los mortales detentadores del Gobierno, subestiman la inteligencia ciudadana creyéndose que la nación se reduce al ámbito de su percepción.
Sin darse cuenta, acumulaban y exhibían mucho dinero, eso sí, asumían que podían pasar desapercibidos debido al control e inversión mediática que convirtió el bocinaje en fuente de acumulación.
Desplazaban fortunas tradicionales, invertían en áreas estratégicas presupuestos inalcanzables, desde el Estado eran juez y parte en un variopinto de negocios. Lamentablemente, no percibían su descalabro: la derrota ética en la sociedad.
Después de 1996, discurso del PLD de redención y justicia se transforma
Desplazan fortunas tradicionales, invierten en áreas estratégicas…
Pero no perciben su descalabro: la derrota ética en la sociedad.